La última erección

La horca es el objeto infame que culmina una invasión injusta. Más muerte sobre la muerte. Una punzada sobre nuestra conciencia y deseos de felicidad.
Sadam es ya un cadáver. Detestamos su precipitado final quizá porque le creemos inocente y víctima de una invasión caprichosa orquestada en una cena familiar entre los bushes. Una promesa de hijo a padre como el que promete acabar de pintar una puerta.
La cuestión es que el dolor con el que la condena ha empapado nuestra conciencia no lo hemos sentido por los 25.000 civiles que han muerto en Irak desde el comienzo de la invasión en 2003. Ni por los 2.982 soldados que no volverán a ver a sus familias. Otras cifras no son tan usureras y hablan de 655.000 víctimas.
La guerra es la suprema animalización del hombre, el ser más distante de su naturaleza.