HAL-9000 o la muerte de dios
La otra noche vi por primera vez 2001 Una odisea espacial. Una película extraordinaria de la que no sobra un solo plano. Un magistral ejercicio visual de calidad inconmensurable donde convergen la belleza y el logos en perfecta armonía.
La película, defenestrada por el atrevimiento de la ignorancia y la falta de sensibilidad, nos habla, en un excelso vaticinio de la humanidad, de la historia de nuestra inteligencia.
La cinta es una descripción somera de la razón humana desde su albor hasta su apoteosis. Narración clara, objetiva ¡realista! del viaje de la consciencia desde su autodescubrimiento hasta su autosuperación.
Las dos primeras partes, delimitadas por el lanzamiento al aire de un hueso que hacen los australopitecos y la navegación sobre la nave espacial de los sapiens —elipsis insuperable— nos describen nuestro primer gran salto en la cadena evolutiva. Del uso de la primera herramienta, algunos prefieren decir del primer asesinato, a la creación de una inteligencia artificial y humana.
En la tercera parte reside el bien de la película. HAL-9000, el ordenador-humano sirve para marcar el que va a ser el segundo gran salto evolutivo: el advenimiento del Superhombre.
La brillantez del filme reside en haber situado la creación humana de una inteligencia artificial humana inmediatamente antes que la superación de su propia inteligencia.
Atrás queda, derrotado como se derrota al humano codicioso, HAL-9000 con la llegada del nuevo Homo Sapiens. Se abre entonces un mundo desconocido para el hombre, desconcertante para el espectador ¿Cómo comprender un salto tal?¿Cómo saber que fuera de la caverna el día es soleado?¿Cómo hacer entender al público que el hombre ha muerto y que lo que ve es un ser con una consciencia mayor?
Eso es precisamente lo que representa el feto inmenso que pulula seguro por el cosmos: El Superhombre. El nacimiento de la pura realidad humana y la muerte de los efectos de lo desconocido.
Toda la teoría claramente expuesta en la película queda sustentada con su banda sonora. Así habló Zaratustra de Strauss, obra con el mismo título en la que Nieztsche expone sus lecciones sobre el Superhombre. Qué perfecta conjunción entre ambas, que maravillosa tradución en música de las ideas del filósofo. Kubrick sólo plasma en lenguaje cinematográfico los dos sinónimos de Nieztsche y Strauss. Una suerte de reinterpretación actual ¡Y atemporal! diciendo exactamente lo mismo: El Superhombre.
Quisiera finalizar hablando de la perfección de los decorados. Qué grandeza, qué actualidad, que capacidad de resistir el paso del tiempo, qué obra maestra.
Os pido disculapas, mi ignota y distinguida audiencia, por la grosería de mis últimos textos. Aunque ya sabéis que más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena.